Se me hace noche la madrugada, se me hace vino la vida, se me hace tarde la noche, se me hace vida el amor. Y aun así, sigo aquí, con mis calcamonias verticales, pensamientos que vienen y van, neuronas juguetonas que se ríen de la vida, y también de mi muerte. No se lo que decir, no se lo que pensar, quizás el capitán trueno, sabría contestar a mis respuestas, con una ironía de aquel Mortadelo y Filemón, con la supervisión de un heroico superman. Me duele el alma de haber intentado ser más bello, más proscrito, más hereje, más listo, más perfecto. Me duele la primavera cuando se marcha, y el verano cuando acortas las noches, y el invierno cuando tengo frío, y el otoño cuando ya no estás. Me duele el horizonte infinito, el calculo mental para llegar a final de mes, el fin de semana en que me aburro, el principio de siglo que nos hace más viejos. el final de una era, que algún antepasado mío se me llevó. El dolor sólo es la mitad del tiempo, y ya es hora de vivir, de reír hasta perder el sentido, de mirar todo lo que la naturaleza me ha regalado, y aun no he tenido tiempo para darle las gracias. Ni tan siquiera, sonrió a mis espejos, cuando algún día me regalan un poquito de mi, de mi luz, de mi color, de mi discutida hermosura. Es curioso, es curiosa, es fabuloso, es hipotético, es paz que viene de arriba, es guerra que le puede a la paz. Intento vivir, a toda luz, a todo gas, pero aun así, el tiempo deteriora mis principios, me arruga el entendimiento, e intenta acabar con mi fe. Mi fe, que decir de ella, la que tomo entre comidas, la que me hizo llorar cuando me dejó, la que me hizo reír cuando te tengo, la que me hace locuaz cuando escribo, la que me hace feliz cuando te acaricio. Mi fe alternativa de mi paz, mi guerra interior, entre un si potente y un no débil, entre Ángeles de pascua, y Ángeles de mil demonios MI fe, la que atesoraba a plazo fijo, a cosa hecha, en mi cuenta corriente de mis creencias, de mis virtudes, en el banco de la soledad. Intento seguir, vivir, bailar, y respirar, pero todo se me hace pis, en cuando cierro los ojos, quizás porque al relajarme, al dejarme llevar, mi alma se apodera de mis miedos, y me deja emancipar todos esos temores, que atesoras cada día de tu vida. Autor: Fco. Peiró Gimenez © Todos los derechos reservados
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