Tumultuosa avenida de gentes con sus idas y venidas, dejando exhausto el caminar de aquel niño de mirada triste, sin comprender por que debía apresurar sus pasos por la calle Carreterías, caminando de la mano de su abuela y que a duras penas, podía hacerse un hueco entre la gente, para alcanzar aquel cortejo de hombres encapuchados acompañando la procesión.

 Aquel niño disfrutaba con el espectáculo de ver las luces apagandose conforme pasaba aquel trono de madera oscura, portado a hombros por personas que parecían una sola, al mismo ritmo y donde cuatro farolillos, con el titubeo de las llamas de sus velas, engalanaban el cimbreante manto de la imagen, mecidos  por el viento  y las prisas.

Llamaba su atención el rastro de cera que dejaban la multitud de  velas encendidas, de las lágrimas resbalando por las mejillas de muchos sentimientos agolpados a flor de piel, del fuerte olor a incienso envolviendo el ambiente de las creencias mas arraigadas, replicar del tambor acomodando el paso de los nazarenos, murmullos de rezos, pies desnudos y penitencias por cumplir.

La tribuna de los pobres, escalinatas al puente, fue testigo de la emoción de la abuela,mi abuela, que al fin, alcanzo a ver aquella imagen de su devoción. Mientras la veía rezandole en voz baja y apretando mi mano quedo por siempre, grabado el verdadero significado de la Semana Santa para mi.

La imagen de la Virgen de la Servita es mi primer recuerdo de la Semana Santa, cada Viernes Santo, en Málaga, desata mis recuerdos, rebosa mi lagrimal...